Museo de la Memoria , Lunes 18 de Junio de 2018

El fútbol como alegoría de la mecánica social

Foto: Cristian Romero

/por Agustina Tamagno

El Mundial de Fútbol de 1978 no fue un mundial más para los argentinos. Fue la Copa del Mundo jugada en un país bajo el mando de un gobierno de facto, bajo un Estado terrorista. Fue la estrategia manipulativa que encontró la dictadura cívico-militar para fingir la unidad nacional, haciendo desaparecer la disidencia. Fue la mejor pantalla de ese gobierno, a través de la cual buscó instituir sus propias representaciones y su propio imaginario social, metiendo todo bajo el manto de un “nosotros” que en realidad estaba fragmentado e incompleto: los desaparecidos eran la otra cara del momento nacional.

Horizonte de sucesos de Diego Figueroa plantea, a cuarenta años, el peso político del evento deportivo del que se constituyó en sede nuestro país, en una de las etapas más oscuras de la historia. La instalación, curada por Hernán Camoletto, podrá verse desde el miércoles 13 de junio en la terraza del Museo de la Memoria (Córdoba 2019). Una escultura metafórica que utiliza el espacio como escena y el fútbol como recurso. 

El Mundial fue el aparato que funcionó de enmascaramiento, de distracción, de cortina de humo. Había un partido que se estaba jugando afuera del campo de deportes. La obra no busca ser una ilustración, sino que pretende ser un disparador que permita la reunión y la activación de la memoria. Intenta ser una astilla, incómoda e interpelante, que lleve a preguntarse cómo convivimos con aquella marca, cuarenta años después. Recordar la herida conmemorando ese mundial que atravesó a la sociedad y que después de muchos años la sigue atravesando. Porque para muchos cada mundial remite al doloroso Mundial del 78.

Esta escultura de sitio específico, se pensó puntualmente para ser expuesta en la terraza del Museo de la Memoria, emplazamiento que se vuelve parte constitutiva de la pieza. Los espacios son fundamentales para la memoria. Están ahí, son durables, estables y pueden mantenerla viva. La existencia de éstos da la ilusión de que el pasado está contenido dentro del presente. Esa es la memoria y ese es el rol del Museo. Hernán Camoletto detalla la importancia de ver dicho mundial de la manera inversa que en aquellos días: para resaltar, visibilizar y traer a la memoria esa parte de la historia. Así, la escultura permitirá el encuentro. Tal como la cancha que convoca a la hinchada. La cancha que convoca a jugar el partido de la memoria, siendo el fútbol una alegoría de la mecánica social.

Duda, inquietud, curiosidad, es lo que se propone Horizonte de sucesos, que esconde en su nombre una profunda una carga significativa. El Mundial, una especie de umbral previo a un agujero negro, desconectó a partir de la convocatoria y la efervescencia y trató de implantar su propio nacionalismo. Una copa deportiva que nos “representaba”. El Mundial permitió la posibilidad de armar un dispositivo comunicacional, de sinergia social. Anuló las posibilidades de acción y pateó de la cancha los pedidos de distintos organismos conscientes de lo que ocurría en el plano político y social. La Copa del Mundo en aquellos momentos veló, utilizando la euforia futbolera, la nocividad de la situación que se estaba viviendo.

Esta intervención desplaza el juego del ámbito deportivo al plano político. Subvierte la función de un arco y plantea un juego que se desarrolla en otra cancha, siendo la red un agujero negro que chupa y desaparece. Una escultura a modo de gran metáfora que utiliza el espacio como escena y el fútbol como medio. La memoria necesita que la hagamos rodar igual que la pelota en el fútbol. Sin movimiento no hay partido.

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